El verano ya está aquí, y con él llega la hora de las playas, piscinas y demás entornos acuáticos donde la seguridad de los más pequeños juega un papel fundamental. En 2016 y según cifras recogidas en la prensa, fallecieron en España 38 niños por ahogamiento en playas y piscinas.
Los padres en muchas ocasiones recurren a distintos elementos auxiliares de flotación que crean una falsa sensación de seguridad, y que pueden llevar a prescindir de la primera medida de todas: la prevención y supervisión de un adulto. En concreto existen dos elementos que son además de los más comunes, y que no son en absoluto seguros ni favorecen que nuestros pequeños aprendan a nadar: los flotadores circulares y los manguitos.
- Los flotadores no siempre se sujetan adecuadamente, no permiten al niño adquirir una postura favorable al nado ni al aprendizaje (les mantienen en posición vertical y con escasa movilidad en brazos), y corren un alto riesgo de volteo, quedando el niño boca abajo y pudiendo convertirse en una trampa mortal para ellos.
- Los manguitos con frecuencia se pueden escurrir de los brazos de los niños dejando a éstos con una flotabilidad descompensada, impiden una postura adecuada para nadar y mover los brazos, y sobre todo crean una falsa sensación de seguridad en los padres.
¿Qué hago entonces?
Distingamos dos entornos: el baño puramente orientado al ocio en nuestras playas o piscinas, y el aprendizaje de la natación:
- Para el aprendizaje, los materiales ideales son los cinturones (en algunos casos con corchitos que podemso quitar y poner en función de la necesidad de flotación de nuestro pequeño), y los churros (también llamados «patatas fritas»). Los mayores pueden incluso ayudarse de una tabla de natación como apoyo, pero teniendo claro que son materiales AUXILIARES de flotación, y no materiales de seguridad, por lo que siempre debe estar acompañado de un adulto.
- Para el baño de ocio y sobre todo en entornos calurosos, lo ideal es que no coloquemos elementos de flotación como flotadores o manguitos adheridos al cuerpo evitando así roces en la piel, sino que el contacto que necesite el niño sea el del propio adulto que le acompaña; y en su caso, se pueda apoyar también en los materiales auxiliares ya mencionados en el punto anterior, eso si, nunca dejándoles solos.
Si un niño no sabe nadar en absoluto y necesitamos además un elemento de seguridad (por ejemplo, si vamos en barco), el material a utilizar son chalecos debidamente homologados y de la talla adecuada del niño, para que en caso de emergencia se ajuste y favorezca la postura adecuada en el menor.
Y sobre todo, no pensemos en la importancia de la seguridad acuática sólo cuando se acerca el verano, sino todo el año, apuntando a los peques a clases en centros con profesionales debidamente experimentados y que huyan de los métodos milagrosos. El proceso de aprendizaje se debe adaptar al propio desarrollo motor del niño y a su ritmo.Os dejamos un artículo que hace unos días publicamos en el Diario de Ibiza, y que recoge algunas recomendaciones interesantes de la Asociación Nacional de Seguridad Infantil, Emergencias7000 y Grupo Segurbaby.com con la campaña #OjopequealAgua